martes, 14 de abril de 2009

HACIA UNA SOCIEDAD DE LA INFORMACIÓN QUE NO MARGINE LA COMUNICACIÓN



La aparición de las nuevas tecnologías están generando una serie de cambios profundos, a nivel político, social, económico, cultural y sobre todo de relaciones. Es por esto, que las sociedades están demandando una nueva manera de entender la cultura.

En medio de esta coyuntura, la información aparece como el elemento clave, revelador y ordenador de este nuevo tipo de sociedad, que pide a gritos, nuevos diagnósticos.
Fue en la década de los setenta cuando se empieza a imaginar la “sociedad de la Información” desde el mundo desarrollado, con una visión economicista y bajo el “slogan” de información es poder. Esto se pensó, para configurar nuevas pautas sociales motivadas por el auge del sector de servicios.

Ya no se trata de solo producir bienes tangibles, como se venían desarrollando hasta ahora en una sociedad industrial. Ahora, se destinaran todos los conocimientos, experiencias y proyectos a “producir” bienes ligados a la educación, la salud, la información, el medio ambiente, el ocio, la vida privada, etc. Y que configuran a grandes rasgos lo que se ha dado en llamar sociedad postindustrial.
Esta "sociedad de la información" se va a definir en relación a mecanismos como la producción, el tratamiento y la distribución de la información.
Hoy día, en la sociedad occidental en la cual estamos inmersos se nos "vende" la información como un elemento accesible, que se puede poseer, que da poder, que da conocimiento. La información se ha convertido en un culto, en un mito, algo que otorga autoridad, ventajas, superioridad, dominio.

La información con las nuevas tecnologías, se independiza de los hombres y de las sociedades. Las personas son despojadas de la posesión, de ser la fuente y manantial de la información.
Al mismo tiempo, la información ha pasado a ser un bien de consumo. Pero no sólo este producto entra en esta categoría sino que los modos de vida de las personas de los países más desarrollados y también la de los países subdesarrollados se ha transformado de una manera radical.

La escuela, uno de los principales agentes educativos, también está envuelta en todo este debate que caracteriza la sociedad de la información. Por ello, debe atender a las demandas sociales que desde distintos ámbitos se realizan. Una de estas demandas es la educación multimedia, que exige conseguir las destrezas y actitudes necesarias para comunicarse (interpretar y producir mensajes) utilizando distintos lenguajes y medios.
Pero, también, requiere desarrollar su autonomía personal, su pensamiento crítico que prepare a sus alumnos para desarrollar una adecuada toma de decisiones que los lleve a construir una sociedad justa e intercultural donde se conviva con las innovaciones que vayan apareciendo.

La información se toma o se ha tomado, a veces, como equivalente a saber o a conocimiento. Sin embargo, hay muchas diferencias entre información y conocimiento. La identificación entre ambos va a surgir en la década de los cuarenta, desde las teorías de la información y la cibernética. Desde estos postulados, la mente humana, se va a concebir como una máquina capaz de adquirir y manipular información, de forma que pensar se va a reducir a procesar esa información.

La información no es en sí conocimiento. El acceso a ella no garantiza en absoluto desarrollar procesos originales de pensamiento. La promesa que, insistentemente se nos hace de acceso global y factible a grandes volúmenes de información desde las nuevas tecnologías no va a ser garantía de mayor conocimiento, ni de mayor educación.

Para que esta información se convierta en conocimiento es necesaria la puesta en marcha, desarrollo y mantenimiento de una serie de estrategias. Tendremos que discriminar aquella información relevante para nuestro interés. Tras haber seleccionado la información, debemos analizarla desde una postura reflexiva, intentando profundizarla, reconstruyendo el mensaje desde nuestra propia realidad.

Sólo y no perdiendo esta perspectiva podemos afrontar y enfrentarnos a la evolución y el progreso de las nuevas tecnologías de tal forma que nos lleve en un futuro a crear una sociedad más humana y justa donde lo tecnológico y lo humano se integren al igual que los distintos puntos de vista de las culturas conformando el crisol de la realidad en la que estamos sumergidos.
Y, por supuesto, ya no pensar en una sociedad de la información idea por los liberales y intereses; y una sociedad del conocimiento pensada por los progresistas, que intentar buscar alternativas más humanas.

Por Ignacio González Prieto.

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